Realmente fascinante
La arquitectura da forma a una ciudad, como dice el proverbio, pero la realidad es que es el dinero el que moldea la arquitectura.
La impresionante variedad de estructuras del siglo XIX en Barcelona se puede atribuir a una época de bonanza económica, junto a un momento en el que el dios de los buenos edificios sonreía a la ciudad al dar a luz a Gaudí, y otros visionarios que integraron el movimiento artístico y cultural conocido como modernismo. La mayor parte de su trabajo se encuentra localizado en el extenso barrio del Eixample (o ampliación), una obra de arte en sí misma y tal vez la más moderna de todas.
A mediados del siglo XIX, el casco antiguo de Barcelona, que todavía se encontraba parcialmente amurallado, estaba literalmente a punto de estallar. Las clases trabajadoras vivían en barrios marginales, en su mayoría oscuros y sin aire, mientras que la burguesía, que se enriquecía de la importante industria textil y comercio con las Américas, vivía tranquilamente en los pueblos de la periferia, como Pedralbes y Sarriá. Entre ambos lugares había una vasta extensión de terreno que las autoridades decidieron desarrollar, no solo para aliviar el hacinamiento en la ciudad vieja, sino también para conectarlo con esas comunidades satélites.
Idelfons Cerdá, un ingeniero civil con ideales socialistas fue el elegido para el trabajo. Cerdá llevó a cabo un amplio estudio de las condiciones de la vivienda de la ciudad antigua antes de embarcarse en el diseño de la nueva. El trabajo resultante, la Monografía estadística de la clase obrera de Barcelona, puso de relieve las miserables condiciones de vida en las que se encontraban. Para Cerdá, el proyecto del Eixample revolucionaría la vida urbana, proporcionando apartamentos llenos de luz en calles amplias con bulevares, patios interiores para las reuniones de vecinos, un mercado y un parque en cada subsección, así como esquinas achaflanadas para facilitar el tráfico (en aquella época de caballos y carros).
A medida que las tierras vacías del Eixample se iban llenando con la estricta estructura de calles ordenada por Cerdá, igual de llenas estaban las arcas de las clases dominantes. Las clases altas deseaban esta nueva e innovadora zona para ellos mismos, en especial las calles principales del Paseo de Gracia y sus alrededores, el bulevar principal del Eixample y ahora la zona comercial más elegante de España. Participaron arquitectos como Gaudí, Puíg i Cadafalch, Domenech i Montaner y muchos otros que, junto con un ejército de constructores y artesanos de gran talento, estaban encantados diseñando viviendas de exhibición para la élite de la ciudad: palacios con una extravagante riqueza de detalles que a menudo simbolizaba la herencia y posición social del propietario. Todo esto dio como resultado un impresionante espectáculo de construcciones como la Casa Batlló, la Casa Fuster y la Casa Amatller
En la actualidad, el Eixample todavía conserva aquellos aires de altivez. Durante décadas, algunos de los jardines comunitarios de los bloques han sido recuperados para el uso de los residentes, aunque la falta de “espacios verdes” y el tráfico incesante sigue siendo un inconveniente, se ve compensado sin embargo por la ventaja de vivir en uno de los barrios más atractivos y arquitectónicamente coherentes de Europa.
Las autoridades locales de Barcelona han vuelto a dirigir su atención hacia esta parte de la ciudad. Existen planes para “humanizar” el Eixample. El principal problema es que en su matriz uniforme todas las calles son iguales, en anchura y velocidad de tráfico. La idea es dividir el barrio en “superbloques”, asignar algunos como “calles principales” con un límite de 50 km/h para el tráfico, mientras que otras podrían ser peatonales o tener un límite de velocidad de 10 km/h. Los autobuses solo podrían circular por las calles principales y se instalarían más carriles para bicicletas. Se ganaría más espacio público reduciendo el flujo de tráfico en parques pequeños y plazas, haciéndolo más en sintonía con las ambiciones utópicas de Cerdá.